Sergi lleva recomendándolo desde antes de Semana Santa, y amenazó con un bate de béisbol si no escribía él su reseña.
De vez en cuando (muy de vez en cuando) uno tiene la suerte de leer un libro que le emociona. Cuanto más has leído, menos sucede. Y llega un momento en el que no te pasa ya casi nunca. Un buen día te das cuenta de que, de los últimos 40 o 50, has abandonado más de la mitad, y sólo dos o tres te han parecido buenos. No te han emocionado, pero al menos eran buenos.
Y entonces lees algo como El libro de Ivo y recuerdas por qué te gusta leer.
Podría hablaros de su estructura, dividida en tres partes y alternando dos lugares (El Reino y La Ciudad) y dos momentos (Entonces y Ahora), una estructura clara y fresca a la vez. Igual que un puzle que no sabes cómo va a conseguir encajar, pero donde tienes muy clara la imagen que se va formando.
O podría hacerlo de los personajes. Los humanos, complejos y llenos de inseguridades, incluso contradictorios. Absolutamente reales. Y los Señores del Reino, arquetipos como La Cazadora que consiguen trascender para ser personajes poliédricos, pero a la vez mantienen sus rasgos arquetípicos. Como los héroes clásicos o los grandes personajes shakespearianos: Otelo representa los celos, pero también es un hombre que sufre y que nos hace sufrir con él.
O quizá debiera hablaros de la prosa, fluida como un río. Capaz de hacerse transparente hasta desaparecer, como el Capote de A sangre fría, o de volverse densa y sucia como un lodazal en un remanso, como Clive Barker en sus mejores páginas.
En un universo paralelo Sandman lo ha escrito Clive Barker. ¿Cómo cojones has hecho para saltar entre mundos y traerlo, @sombraysauce? #IVO
— Antonio Torrubia (@Toliol) junio 2, 2014
Y de hecho, podría decirse que El libro de Ivo es una mezcla entre Neil Gaiman y Clive Barker, aunque es más que eso. Es también Garth Ennis y es John Carpenter. Pero ante todo, es Juan Cuadra, y os va a encantar… si estáis hechos para las casas de la carne.
Tal vez también tuviera que hablar de los diálogos, la asignatura pendiente de tantos y tantos escritores. No se trata solo de que suenen bien, y no a cartón piedra («¿Dónde está mi jodido coche, hermano?»), sino que cada personaje habla de manera distinta y, lo que es mejor, los habitantes de la Ciudad y los del Reino se podrían distinguir por su forma de hablar. Y todo sin que pierda naturalidad.

Para que luego digan que la documentación es un coñazo.
¿Pegas? Pocas. El final es demasiado abrupto. Es cierto que la historia continúa —os digo ya que la segunda parte es igual de buena que esta, aunque mucho más Barker y menos Gaiman—, pero hay una cierta sensación de hachazo. No obstante, poca cosa que objetar.
Ya puestos, ¿sabéis que os digo? Que no os voy a hablar de nada de eso, porque no es ninguna de esas cosas lo que me ha hecho disfrutar como cuando era adolescente. Es un mundo —no, dos mundos— que existen, que me creo, que me importan, como sus protagonistas. Es sensación de maravilla, de que cualquier cosa podría pasar (pero no puede pasar cualquier cosa) y de sumergirse en la lectura y que lo demás no importe.
Lo peor, lo realmente terrible es… que cuando lo terminéis tendréis que esperar meses para leer el segundo. Si os sirve de consuelo, de verdad que merece la pena la espera. Mientras, podéis seguir cómo avanza el trabajo en Las casas de la carne.
[…] el primer volumen de una tetralogía y aquí nos dejó absolutamente locos, como podéis ver en la reseña que hizo Sergi. Un año más tarde, en octubre de 2015, publicaron también la segunda parte, El […]
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